viernes, 9 de mayo de 2008

CRISTIAN, FERNANDO, VÍCTOR Y LOS OTROS

Imaginaba más alto, más macizo y más canchero a Cristián Cuevas. Pero aparece ante mis ojos un muchacho más bien tímido, que espera en la sombra su turno, que circula inadvertido.


(Artículo publicado en el blog Diario La República que hace referencia a la candidatura de Fernando San Román)
Por Alejandro Kirk

A los 17 años Fernando San Román ya había fundado un periódico, cumplió 23 años el 9 de abril y asegura que celebrará los 24 el próximo año como alcalde de Tocopilla. "No estamos dando una batalla simbólica, ni haciendo lo que se pueda. No. Anoten allí en su agenda el nombre de Fernando San Román, porque en octubre será alcalde de Tocopilla", anunció Darío Quiroga, uno de sus compañeros en el movimiento Tocopilla Vuelve, en una reunión de estudiantes de Periodismo en la Universidad de Chile, el sábado pasado.
En el encuentro, dedicado a los medios comunitarios, Quiroga sacó de la manga una batería de periódicos que en Tocopilla, Calama y Antofagasta siguen el ejemplo de El Polémico, fundado por San Román en su liceo. Se trata de tabloides de 16 páginas, llenos de color, noticias locales, humor y columnas de opinión, que se financian apenas, pero existen.
No quiere ser un "héroe de la comunicación popular", dice Quiroga, sino hacer de sus publicaciones un fenómeno editorial, político y ojalá financiero. Sólo en Tocopilla El Polémico (quincenario) vende 900 ejemplares, apenas 400 menos que La Prensa, el potente diario de la cadena El Mercurio.
Estos periódicos "alternativos" se deben imprimir en Tacna, Perú, porque sus editores no encuentran en la región una imprenta dispuesta a hacer el trabajo, presumiblemente por presiones, informó Quiroga, pero tienen avisos.
A quienes lo descartan por su edad, San Román replica: "A ellos los acusan de vendidos, de ladrones, de mentirosos. A mí me acusan de ser muy joven".
Cuenta con el apoyo abierto nada menos que de Cristián Cuevas, el líder de los trabajadores subcontratados y presidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre, que con el cantautor Fernando Ubiergo acompañó a San Román en visitas de campaña a los barrios destruidos de Tocopilla en marzo pasado.
Conocí a Cuevas ayer, de noche, en un encuentro de las organizaciones sociales con la periodista y activista canadiense Naomi Klein, organizado por la Corporación La Morada, que gestiona en Santiago la Radio Tierra.
Lo imaginaba más alto, más macizo y más canchero, al estilo de los dirigentes que uno conoce. Más manipulador, en resumen. Pero no, aparece ante mis ojos un muchacho más bien tímido, que circula inadvertido, que espera en la sombra su turno de aparecer y que sólo cuando lo hace se revela como lo que es: sólido, resuelto, claro, sin duda el dirigente sindical más relevante de Chile.
Explica en menos de cinco minutos a Klein, la estrella de la noche, el sentido de la lucha de los subcontratados del cobre, que apunta mucho más allá de su propia indefensión frente al sistema. La rubia y brillante autora de La doctrina del shock Shock (Paidós) lo observa admirada. Yo también. Le susurro al esposo de Klein que este personaje tiene de rodillas a la empresa de cobre más grande del mundo, y él se entusiasma.
Víctor Orellana es el encargado de comunicaciones de la Fech. Se sienta frente a unos 300 estudiantes y periodistas y explica lo que hay detrás de las publicaciones de la federación, su alianza con los pingüinos, muestra la versión experimental de la reedicion de la antigua revista de los estudiantes (Claridad) y se lanza después de lleno a la teoría del cambio social.
Estoy sentado en primera fila y lo observo. No tiene más de 25, pienso. Admiro a Orellana, hablando claro, sin apuro y sin pausa, enlazando los temas, convenciéndome, convenciéndonos a todos. Ojalá. Habla Orellana y lo comparo con tanto discurso hueco, gastado, vencido, mafioso de nuestos líderes de la transición ad nauseam.
Orellana es más comprensivo. Los descarta a todos, pero sin bronca. Explica que la Concertación quedó atrapada en sí misma, en el poder que disfruta pero no tiene, y que la "izquierda tradicional" está anclada en la defensa de su identidad, una identidad que ya no sirve, que no es útil, que no apela a los muchachos y muchachas que se envuelven en el reggaeton, música emblemática que él personalmente detesta pero soporta.
En pocos minutos nos da Víctor a todos una lección ideológica y filosófica -analiza la estética anquilosada de la izquierda- y nos anota una profesional: la confluencia tecnológica de lo que se denomina "medios", la inevitabilidad de la propuesta multimedial que conlleva también una estética nueva, una manera de ver el mundo que los viejos, dice, rechazan porque no entienden sus instrumentos.
El encuentro tiene dos partes: los medios comunitarios y los expertos. O sea, los jóvenes y los viejos. El plato de fondo, como siempre, para estos últimos, para que den respuestas. Es la tradición gerontocrática y machista de este país. No hay mujeres en ninguno de las dos etapas.
Soy presentado como "experto en comunicaciones" y me avergüenzo, experto en qué, pienso, mientras camino a la mesa del panel. Juan Pablo Cárdenas se sienta al medio, y a su izquierda el venezolano Armando Carrieri.
Cárdenas cuenta, con estilo, su historia, sus éxitos y las derrotas que inflingió al periodismo aquel paquete de acuerdos secretos de 1989. Luego habla del juicio que puede llevar al Estado chileno a pagar 500 millones de dólares a los dueños del diario Clarín, robado por la dictadura.
Con apenas la mitad de eso, dice Cárdenas, podría renacer aquel diario mítico, como mítica está resultando esa esperanza entre los periodistas de izquierda, todos deseosos de que acabe ese juicio, llegue la plata, se reabra el diario y tengamos por fin donde trabajar en serio.
Y asi vamos envejeciendo, pienso, esperando que pase algo, mientras estos que nos miran en la universidad están haciendo de todo. Cuando me toca hablar, digo que, después de lo que hemos presenciado, a los "expertos" no nos queda sino ponernos a la orden de esta gente, de este otro Chile, el de Darío, de Cristián, de Fernando, de Víctor, y ojalá saliera un nombre de mujer también, que sospecho va a cambiar todo.

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